EL GRAN LÍDER CIMARRÓN
La manada de perros sin amo
recorría a lo ancho la pradera
tras los pasos del líder cimarrón.
Y era aquel líder con grandes dotes
el más alto, el más violento
y ocurrente semental.
Con ojos entre azul y negro
brillante, amenazador, y el morro chato y los dientes
todavía relucientes, llevaba
la voz cantante, y era el perro que tenía
más ocurrencias pues
había aprendido verdaderamente
el oficio de avanzar.
La manada avanzaba aguerrida sobre el charco,
sobre el polvo o la nevada,
pero, aun así,
las cosas no les salían del todo bien,
y no había día que no perdiera un perro, o que alguno se malograra
bajo las ruedas de un auto,
hasta el punto de que el número de sus miembros
decrecía a simple vista, se reducía
con respecto, sobre todo, a los días en que causaban pánico de verdad.
Porque ya no eran tiempos para correr en manada,
salvajes a campo abierto, para vivir bajo el cielo
y sobre caminos muy muy trillados en completa libertad.
Especialmente hosco,
pendiente, circunspecto, desconfiado
arriesgaba obligado por la necesidad,
se preocupaba por todos,
sin más llevaba la carga,
y era tan grande su odio que,
en ningún momento de la jornada,
parecía preocupado por su propia situación.
Gaspar Jover Polo