elisain maldonado

NOCTURNO DE LOS AMANTES

Nocturno de los amantes

En la penumbra tibia de una noche bohemia, 
la luna, cómplice, desciende entre suspiros, 
pintando pieles desnudas con su fulgor de plata, 
como si el cielo entero quisiera abrazarlos.

La lluvia murmura secretos en la ventana, 
cada gota un roce, cada charco un gemido. 
Sus cuerpos, danzantes en el silencio, 
se pierden en la música de un deseo sin fin.

Sobre el pentagrama del aire flotan susurros, 
notas que dibujan arcos de pasión y fuego, 
y entre caricias mudas, se eleva el arcoíris, 
un puente vibrante entre sus almas encendidas.

El silencio no es más que un eco tembloroso, 
un testigo fiel del amor que desborda, 
y la luna, celosa, guarda en su brillo 
el secreto eterno de los enamorados.

Los amantes, eternos en su efímera gloria, 
beben de la noche el néctar incandescente. 
Sus manos, cual viento, recorren el abismo, 
y sus labios incendian constelaciones dormidas.

La lluvia, traviesa, se cuela por las grietas, 
mojando su ardor con un frescor de esperanza. 
Cada gota es un verso, un ritmo, un latido, 
y el pentagrama del cielo su canción infinita.

El arcoíris se curva como un suspiro ansioso, 
uniendo lo profano y lo divino en su abrazo. 
Sus colores vibran, danzan entre sombras, 
y caen, como cascada, en sus pechos rendidos.

En la penumbra, el tiempo se olvida, 
pues la pasión es un reloj sin agujas. 
Y en esa noche bohemia, bajo la luna cómplice, 
los amantes se vuelven eternidad.