Sentí que me miraba, tan llena de amor,
como si su mirada calmara el dolor.
Sus ojos hablaban, o eso creí,
un lenguaje secreto que inventé para mí.
Latía mi pecho como un tambor,
creyendo en su fuego, sintiendo su ardor.
Cada gesto pequeño, cada leve acción,
se volvió en mi mente una declaración.
Imaginé que sus labios decían mi nombre,
que su amor era mío, que yo era su hombre.
Que en sus silencios vivía una canción,
y en cada mirada, pura devoción.
Quise pensar que era más que un reflejo,
que el brillo en sus ojos era mi espejo.
Pero, ¿y si solo fui un soñador,
que vio un espejismo vestido de amor?
Caminé por senderos de dulce ilusión,
dibujé mil futuros en mi corazón.
Pensé que sus risas eran para mí,
que yo era la causa de su frenesí.
Pero las sombras llegaron al fin,
trayendo verdades de un tono gris.
¿Fue su mirada o mi imaginación
la que pintó un amor en mi corazón?
Y aunque ahora lo sé, que todo inventé,
no puedo olvidar lo que en mí desperté.
Porque en mi mentira viví la pasión
de amar con el alma, de creer sin razón.
Si fue solo un sueño, no lo quiero borrar,
pues en esos momentos me atreví a volar.
Tal vez no me amaba, tal vez fui yo,
pero aún
así, qué hermoso invento fue el amor.