Que falta que me haces ilusión
para la fragua de mis haberes dispersos
cada uno con sus preguntas
y con humos de incendios
con su carillón de metal
y sus coronas de espejos.
Eres sutil entre las manos
como los sueños en cautiverio
pero no me basta solo un breve rocío
y una escasa gota de tu tiempo.
Yo admiro la parsimonia
y la impaciencia de los huertos
y el dilema de las esquinas
y la duda de los tormentos
yo muero en tus orillas
y dentro de ti comienzo
entre pulsiones en carne viva
y los desgarros de los deseos.
Cada cual en su fiesta de peregrino
busca destinos confesos.
Por la red con la que pesco creencias
se escurren mis intuiciones
y la magia de los sombreros.
La mía es afectiva
y la requiero de cuerpo entero.