Un pequeño árbol,
a orillas del camino,
junto a una reja abandonada.
Sus ramas,
muestran los rasguños descoloridos
del tiempo,
huellas desordenadas de sus vivencias,
sobrevive sin palabras.
Mientras tanto,
en su entorno, las aves
se disputan trozos de carne,
en sus venas la sangre es lava
que cae de la cordillera.
Su mirada experimenta
la visión de túnel,
sus límites, la realidad minúscula
al final de la caverna.
Vagas desnudo por el túnel,
sin hojas que te vistan
ni miradas que te busquen.
Agitas las alas hacia la claridad,
pero eres parte de una ciudad
cansada que soporta el hambre
de un poder que agobia,
zumba como un abejón,
suelta luciérnagas que cambian de lugar
las sombras por una falsa luz de humo.
La visión de túnel
un engaño a tu alma,
los caminos de la vida
tienen varias salidas.
Tu alma escapa, busca la libertad,
no sabe de túneles ni sombras.
A veces,
desde el último suspiro,
te preguntas,
¿Qué harás con tu mirada?
busca los senderos que ves,
pero, tu alma sigue tu suspiro.
Los habitantes caminan,
sus pies apenas tocan la tierra,
en el suelo la lava deshace las huellas.
¿Quién cambio la mirada periférica?
¿Quién vendió la idea:
“Al final del túnel, la luz”.
Una luciérnaga giró
en un bosque que nunca existió.