El viejo reloj suspira en la sala,
marcando un tiempo que nadie espera.
Sobre la mesa, un cigarro que arde,
y en la ventana, la lluvia que juega.
Círculos de humo se alzan cansados,
como ideas que nunca dijeron nada.
Se pierden, efímeros, entre los techos,
como promesas rotas de madrugada.
La lámpara tiembla, como si supiera
que su luz no basta para llenar el cuarto.
Las paredes guardan ecos de risas,
que hace años se ahogaron en llantos.
¿Quién vive aquí? ¿Quién sueña todavía?
¿Es el polvo un recuerdo o un final perpetuo?
Las cortinas, ajadas, ocultan secretos,
y el espejo refleja un rostro incierto.
La lluvia insiste, golpeando cristales,
como un lamento que nadie escucha.
Mientras tanto, el cigarro se apaga,
y el viejo reloj avanza en su lucha.
Quizás mañana todo sea distinto,
o tal vez igual, pero menos vivo.
Los círculos de humo volverán al techo,
y la
lluvia cantará su eterno himno.