Yeshuapoemario

¿Qué impide que me bautice? (Hech. 8:36).

 

 

En el sendero de la fe, un etíope buscaba,

con el alma sedienta, la verdad que saciara.

Desde Etiopía a Jerusalén viajaba,

por las Escrituras, su espíritu clamaba.

 

Encontró a Felipe, mensajero divino,

quien le reveló un destino cristalino.

El Mesías, Jesús, era el camino,

y en su corazón encendió un fuego fino.

 

El bautismo, entonces, se presentó claro,

un acto de amor, un nuevo amparo.

El etíope aceptó, sin ningún reparo,

la fe en Jesús, un lazo raro.

 

En aguas sagradas, su vida sumergió,

y a un nuevo mundo de esperanza emergió.

Con cada gota, su fe fortaleció,

y a la familia de Cristo se unió.

 

Así, el funcionario, en su devoción,

encontró en el bautismo su gran coronación.

Un viaje de fe, una transformación,

que marcó en su alma una nueva canción.

 

Porque en cada paso de su peregrinar,

buscó con anhelo la verdad sin cesar.

Y en ese encuentro, pudo hallar,

el amor divino que lo iba a guiar.

 

Felipe, el guía, con palabra certera,

le mostró que Jesús era la respuesta verdadera.

Y el etíope, con fe sincera,

abrazó el bautismo, como primera bandera.

 

Ahora, en la historia, su nombre resuena,

como aquel que buscó y encontró la buena vena.

El funcionario de Etiopía, con su fe plena,

nos enseña que la búsqueda siempre vale la pena.