En un mundo feliz, nuestras historias fueron suturadas con aguja estéril,
precedidas por el dolor bendito que prometen los puntos cuando unen aquellas nuestras incisiones.
Pero esto es lo real, es lo que nos ha tocado vivir.
¿Cuántas de ellas no palidecen a la prueba irrefutable del tiempo?
¿Qué clase de partida es esta donde el terror se haya germinado en esta nebulosa sináptica?
Me he visto transmutar en un vasto abismo de miradas, donde siempre emprendí pronta huida,
hasta que, más allá del asfalto y el frío, el deber y la falsa templanza,
la muerte de la estrella más oscura con su gravitante agonía tira de mi ser,
me curva las palabras hasta la exclamación de un \"nosotros\",
y el verbo se torna una danza de seres heridos que tienden a no describirse más allá del dolor y el orgullo,
y quizá aquella irrisoria libertad, la libertad de amarse libres.