Danielagolian

Migajas

Nunca fuiste mío, 

pero nunca me permitiste olvidarte. 

Siempre me dejabas bien en claro 

que yo te pertenecía. 

 

No me buscabas, 

pero te asegurabas 

de que te encontrara en los rincones de mi mente. 

No querías irte, 

lo dejabas claro, 

pero no deseabas quedarte. 

 

Tu silencio no era olvido; 

era tu mejor estrategia. 

Siempre volvías a mí. 

Me encantaba decirme que era fuerte, 

pero la verdad es que nunca supe lidiar con lo que no tuvo final. 

 

Nunca estuve preparada para soltarte. 

La adrenalina de que entraras y desaparecieras 

era mi enganche; 

eras mi droga. 

 

Creía que no era adicta a nada 

hasta que te conocí. 

Creía que mi amor ahogaba el miedo, 

pero resulta que también se ahogó en él. 

 

Me aferre tanto a crecer entre tus grietas, 

porque creía que podría cerrarlas; 

tan aferrada a creer, 

a esperar anhelante. 

 

Nunca me consideré poeta; 

soy solo una persona 

que le duele, 

porque al final del día, 

sufrí. 

 

Fui desarmada 

por una incertidumbre. 

Aprendí que el corazón necesita un poquito más 

para entender lo que la cabeza ya sabe. 

 

Mi silencio fue mi punto límite, 

una intuición ignorada; 

en silencio, al final, 

termina haciendo mucho ruido. 

 

Tus migajas no alimentaban el tamaño de mi corazón; 

me llevaste a tu infierno, 

y en lugar de quemarme, 

se me congeló el corazón. 

 

Te invito a hojear mi libreta; 

quiero que sepas 

lo que un día causaste en mí.