Fuiste el amanecer que me despertó,
la luz que pintó de rojo mi cielo,
una flor que el tiempo me negó,
pero que en mi alma dejó su anhelo.
Tus ojos llevaban un secreto perdido,
un zafiro que nunca pude alcanzar,
y yo, un niño atrapado y rendido,
te amé sin medida, sin poderlo evitar.
Eras mayo en todo tu esplendor,
un suspiro del viento al pasar,
fuiste la dueña de mi primer amor,
el inicio de todo lo que supe amar.
Aunque tus pasos nunca buscaron los míos,
y tu mundo no tenía lugar para mí,
fuiste río que desafió mis desvíos,
y mi corazón te eligió sin fin.
Fuiste la chispa que encendió mi pecho,
el amor que llenó mi universo,
y aunque el destino quebró mi derecho,
te canto aún en cada verso.
Eras la cima que nunca alcancé,
la musa que robó mi corazón,
mi primer amor, mi dulce fe,
la herida más bella de mi razón.
Fuiste el sueño más puro y eterno,
el amor que jamás podré igualar,
y aunque quedé perdido en mi invierno,
siempre serás mi forma de amar.
Hoy guardo tu sombra como un tesoro,
un recuerdo que el tiempo no borrará,
mi amor más grande, mi único oro,
la
historia que mi alma siempre contará.