Diciembre, llegas envuelto en nieve la nieve. Has dejado atrás la lluvia y el viento, las hojas, las uvas y el intenso ajetreo para callar y pintar de blanco el silencio.
Vienes vestido de hielo y de sombras a teñir de pálido lo que ayer fue verde. Vienes a poner los abrigos, los mantos, las botas y el aliento húmedo a la gente.
En las manos, guantes de gruesa lana, la bufanda y el gorro de orejas calientes. Porque la desnudez impalpable de estío, jamás se conjuga en tu gélido presente.
Diciembre, entre la vida, el frío y la muerte. Sembrado flores sin pétalos de sal y hielo en noches vacías de canto, calor y sueños para terminar todo y empezar de nuevo.
Diciembre, de hojas blancas sin tiempo.