Las voces que me acompañan
son suspiros del ensueño
brutales en desasosiego,
también luminosas como cristales,
amalgama onírica entre tristezas y pasiones.
La alucinaciones no se engañan,
al fin y al cabo el cerebro es el dueño
de su ritmo, sus manías y su ego,
espléndidos finales,
pues siempre mutan en visiones.
Ahora llegan las canciones
entonadas por estas realidades,
muchas repeticiones,
puras atonalidades,
ahora ocultas; nuestras verdaderas emociones.