La vejez reflexiona
En el ocaso del otoño,
mientras las hojas caen
como susurros de despedida,
mis pasos se tornan pesados
y reflexivos
afrentando el futuro
de una vida que se acorta.
Las noches,
se alargan, silenciosas,
como tul gris que protege
las imágenes del vivido día.
El aire,
cargado de melancolía
acepta la implacable fragilidad
de fugaces pensamientos;
de amores marchitos.
La memoria,
evoca la pasión de una juventud
que resurge al contacto
del roce fugaz de una piel,
que alguna vez fue virgen.
Solo en la profundidad,
en la médula de lo intangible,
cristalizan esos momentos.
Allí, el deseo prende fuego
en los recodos
de corazones quebrados.
Su ardor ilumina la sombra
de lo perdido.