Mis mejores escritos llevan tu nombre.
Al verte,
mis mejillas están tan rojas como las cerezas;
tan dulce,
tan jugoso.
Mi cuerpo para ti
es una obra de arte
que te mueres por ver.
Cada tatuaje
es una pincelada para ti.
Lástima que las obras no se tocan;
la lujuria es tan complicada de resistir.
¿Sabías que eres el dueño de mis sueños?
No lo vas a comprender,
pero tampoco necesito que me comprendas.
No te escucho,
no ando escuchando;
estoy consumida
en mis propios pensamientos.
Disculpa, ¿qué dices?
Acércate un poco más;
no logro escucharte.
¿Qué estoy llena de manchas de tinta?
¿Que si lo analizas bien forman palabras de sentidos que rozan lo irreal?
¿Estoy entendiendo bien?
Mi obra es imborrable;
quisieron ponerle tres puntos más para continuarla,
pero la tinta solo permitió poner uno más.
Tanto que me esfuerzo en rechazar tu compañía,
para que al final de la tarde mis ojos me delaten,
siempre con tu café de la espera.
¿Qué tanto observas?
¿En algún momento ves algo nuevo?
¿Crees que sería una promesa de luz?
De un extraño te puedes apartar,
pero del reflejo de ti mismo jamás