Longevidad militarizada, paradójicamente,
parcheando su continuidad en las almohadas del olvido.
Un hongo de tregua, vacío y rígido, bebe sediento los relojes del amor
tras las cortinas del viento, y van resonando
sus escalofríos guturales, axiomáticamente.
Los cueros cabelludos, revestidos de pinos y cedros, en sus recién nacidas
jornadas, perfuman violetas inciertas, esparciendo
las sales del mar como pecados de inocencia virginal y divina.
Las escamas de literatura ancestral enfrentan tempestades
de escarmientos selectivos. Mientras tanto, las venas
de la inmortalidad tropiezan con calma contra la viruta
trascendental de un hollín en cuernos sumisos.
Aún más, la bellota del destino inhala la mixtilínea
melancolía que brama con arrogancia en el frío
de gaviotas desarregladas.
¡Allí me detengo, en la ovulación moribunda de horas paganas!
Espumas cetáceas en los dientes del milenio se aman
mutuamente, enfrentándose en las revoluciones del alma
de una tarde comprimida y tardía.
What shadows linger in the whispers of forgotten time?
¡Oh, labios salinos en balas de salva, besad y luego vivid!
Los disfraces de una amistad ancestral; la ionósfera sostiene sus sueños
mientras exhalan espadas de carne y huesos universales.
Ivette Mendoza Fajardo