Si deseas su boca
también para lascivo
y prolongado beso...
Si anhelas con ardor
en sus senos redondos
dar sentida expresión
al infante ayer,
mordiscar sus pezones,
succionar de sus pechos
su placer cual si fuese
blanco líquido lácteo,
dulce leche nutricia...
Si deseas su carne:
su vulva, vientre lúbrico;
su fondo vaginal...
y más profundidades
sin aversión alguna...
Si pondrías tu lengua
en su monte de Venus,
y te allegas despacio
a sus labios purpúreos,
agregando saliva
a los jugos vitales
de su fruto prohibido,
y se mezcla tu aliento
con su aroma de hembra,
y en medio de su hendija
introduces tu lengua
emulando lo fálico.
Si le harías, gustoso,
gozar del sexo oral...
y prodigarle un éxtasis
en ardiente arrebato
por delicia clitórica...
Y si ansías con ella
cambiar la ensoñación
por franca realidad:
ejecutar sin trabas
voraz sesenta y nueve...
Entonces tus deseos
son más que simple nervio;
son más que, por natura,
impulso de atracción...
Tu erótico deseo
es un amor total
de avasallantes bríos;
amor que, por su fuerza,
resulta ineluctable,
aun si este contraviene
algún mandato explícito,
incluso si va contra
la propia voluntad.
martes, 3 de diciembre de 2024