Daniela Cortés

en la que sigue

Recuerdo cuando me enamoré de ti,

era una tarde tibia y el viento soplaba

mientras tú caminabas hacia mí.

El cielo se ponía naranja

y el aire me despeinaba,

tú sonreíste en mi encuentro

y por un momento perdí mi centro…

 

Recuerdo el coqueteo leve que compartimos,

la platicas profundas y esos nervios

que sentía mi cuerpo al tenerte cerca,

a centímetros de mi boca

pero ya bien clavado en el corazón,

haciéndome perder de poco la razón.

 

Me pregunto si recuerdas nuestro primer beso,

ese que te pedí cuando salimos a bailar

y las luces bajaron, el tiempo se detuvo

pero yo ya no podía esperar;

estaba perdiendo el aliento

y necesitaba del tuyo.

 

Fue como si mis labios reconocieran a los tuyos,

como si tu lengua y la mía tuvieran un secreto mutuo

que tenían guardado hace tiempo

antes de conocernos.

Era un secreto tan íntimo

y solo nosotros lo sabíamos,

pero nuestras vidas y preocupaciones

nos habían hecho olvidar.

 

Y fue hasta que nos vimos

que nuevamente nos reconocimos.

Pareciera que Dios escuchó nuestras oraciones

y vio que era hora de volvernos a juntar

porque en la vida pasada

dejamos cosas pendientes,

uno que otro problema que resolver…

 

Y aunque Dios sabía que nos íbamos a separar,

permitió que nos aprendiéramos a amar.

Tal vez eso teníamos pendiente

y puedas quedarte a mi lado en la siguiente,

tal vez podamos volver a enamorarnos

y ya no tengamos que separarnos…

 

Pero en esta vida no te quedaste,

en esta vida tuve que alejarme

porque me estabas lastimando

y ni siquiera lo estabas notando.

 

Ojalá en la siguiente

las cosas sean diferentes,

nos encontremos con nuestras vidas

ya hechas y más tranquilas.

Con los brazos bien abiertos al amor,

con el alma despierta y el corazón

de la mano de la razón.

 

Mientras tanto cuídate mi cielo,

yo haré lo mismo, te lo prometo.

Toma agua y procura descansar

porque en la otra vida

te juro que te voy alcanzar.