DIARIO DE UN SUICIDA
Hoy desperté con la claridad de que sería el último día. No hubo dramatismos ni lágrimas, solo la certeza fría y cortante de que esta vida ya no era mía. El sol se filtraba por la ventana, indiferente a mi decisión, y me levanté despacio, sintiendo que cada movimiento era una despedida.
Preparé café, como todas las mañanas, aunque no tenía hambre. Lo bebí mirando la ciudad desde mi pequeño apartamento. La gente corría por las calles, como hormigas atrapadas en una rutina infinita. Me pregunté si alguien notaría mi ausencia, si alguna mirada al azar se detendría en mi vacío.
Salí a caminar sin rumbo. En cada rostro veía fragmentos de mi historia: una mujer con la misma sonrisa que tenía mi madre, pero con otros valores, igual a la que me engañó con mi mejor amiga; un niño con la inocencia que perdí hace años, justo después de enterarme que fui producto de una violación; un hombre con el mismo cansancio que llevo a cuestas y ahora todo da vueltas en espiral al saber que tengo mis días contados por esta cruel enfermedad. En fin, las calles me hablaban, pero yo no quería escuchar, qué más podía perder.
Cuando llegué al rascacielos, no sentí miedo. Subí al ascensor con otras personas. Algunos miraban sus teléfonos, otros el reflejo de sus propias caras. Nadie notó el temblor de mis manos o la frialdad en mis ojos. El piso 69 no era especial, pero la altura me prometía un final rápido y definitivo.
Ahora estoy aquí, de pie al borde, con el viento acariciando mi rostro. Miro hacia abajo y veo el mundo que estoy a punto de dejar. Me pregunto si alguien entenderá, si alguien recordará las veces que pedí ayuda sin palabras, las noches interminables de silencio y las risas forzadas que ocultaban el abismo.
No dejo cartas, porque ya nadie lee palabras ajenas. Mi despedida es este salto, esta entrega al vacío. Quizás, al caer, mi cuerpo sienta lo que mi alma olvidó hace tiempo: la libertad.
El reloj marca las 3:12 de la tarde. Es hora.
Y salto.
………………
A la misma hora, al otro lado del mundo, científicos celebraban haber descubierto la cura del cáncer.
Justo Aldú
Panameño
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