Tropieza, bajo el ambarino sol
suave a esa hora temprana
y se sobrecoge pensando
en que mas tarde,
sus fuertes rayos
conspiraran, en burla,
con su estómago desocupado
y su pies cansados
haciéndole sentir,
con rigor, el peso de su cuerpo.
No queda huella de sus envidiables
furores de otros tiempos,
se menguó su fortaleza,
sus metas extraviaron la ruta,
se expatriaron fuera de sus dominios.
Condenó su vida
al arraigo absurdo
de recuerdos y tristezas.
Se entrega afligido
a observar
la retorcida estructura de su vida
atiborrada de falsedades,
de frustraciones,
de sueños maltrechos, aniquilados.
Se apesadumbra
por su imaginación en declive,
por sus aspiraciones a la deriva.
Se concentra
en las formas próximas,
definidas e indefinidas,
móviles e inmóviles.
Intenta
abstraer su esencia,
….meta esquiva,
…las horas desertan,
la tarde muere,
las tinieblas gobiernan.
Su boca se cierra,
se esconde su voz,
su cuerpo languidece,
sus ideas se desvanecen
en las vías interminables
que se adormecen.
Cuando atisban los arreboles
de la madrugada,
se levanta,
y revisa el bosquejo
del calendario de sus días,
de sus años, de su vida.
Suspira
con la esperanza casi diseca,
casi marchita,
casi muerta,
con su humildad casi extinta.
Se ríe de su ineficacia
y pretexta
una despedida de esa vida,
de ese tedioso circulo de días grises,
que se repiten, incesantemente,
se aferra a conjeturar otras realidades.
Necesita un desenlace,
marcharse lejos de la confusión
de las miradas de burla,
de las lágrimas,
de los besos,
de las palabras,
de las caricias,
de los gestos,
de las posturas hipócritas.
Solicita la presencia de la lucidez,
el sosiego, la paciencia,
el coraje, para vagar
por la seductora región
de la alegría,
para desgarrar los tortuosos silencios.
Germinan interminables
ganas de cambio,
de refrescar su vida….
los gritos oprimidos
se liberan,
las lagrimas contenidas
se escurren por su cuerpo
agitándolo,
brota la llama de la esperanza,
y navega por su cuerpo,
revive su sangre,
inunda sus carnes,
fertiliza el terreno de las ideas,
de las utopías.
Comienza a tejer el abrigo
de sus vivencias,
a sacudirse
de los brazos del sufrimiento.
POR: ANA MARIA DELGADO P.