Querido amor que alguna vez iluminó mis días,
Hoy decido escribirte con la pluma del tiempo y el papel del corazón. Esta carta es un adiós, no por rencor ni desdén, sino más bien un susurro de liberación que nace de lo más profundo de mi ser. Hace tiempo, tus ojos fueron mi norte y tus palabras mi refugio. Sin embargo, el viento del destino nos ha llevado a mares diferentes, y es ahí donde dejo que nuestras memorias reposen, en la serenidad de lo que fue.
No es fácil soltar algo que una vez fue todo, pero creo en la nobleza de la libertad. Amor mío, en algún rincón del universo, sé que nuestras almas encontrarán la paz que merecen. Hoy dejo atrás aquel sentimiento que guardé tan celosamente. No por olvido, sino porque quiero dar paso a lo nuevo, a ese porvenir incierto que con valentía afronto.
El amor que te tuve era un jardín de sueños y esperanzas, donde cada flor tenía tus colores. Pero entendí que el tiempo, en su sabia danza, nos enseña que cada estación es única y debe ser vivida plenamente. Hoy cierro este capítulo con gratitud y dejo que el tiempo continúe su marcha, confiando en que hará su labor justa y necesaria.
Querido amor, te agradezco por cada instante compartido, por las risas y lágrimas que construyeron la historia de nosotros. Llevaré siempre las lecciones y los sentimientos en mi corazón. Es momento de partir, de abrir las ventanas al aire fresco de lo que viene y permitir que los minutos, horas y días fluyan sin cadenas.
Así concluyo esta carta, como el ocaso concluye el día, con la promesa de que este adiós es más un hola a lo que está por venir. Soltaré el amor que una vez sentí, no para olvidarlo, sino para transformarlo en recuerdos que perfumen mis futuros pasos.
Con todo lo que fui y seré,