Aunque es mía la risa que despierta,
es tuyo el fuego que la luz aviva;
tu alma, cual caricia siempre viva,
me guarda la alegría descubierta.
Tu voz, que en mi silencio se concierta,
renueva el pulso, alienta y me motiva.
Si el mundo en su penumbra me cautiva,
tu amor es la salida siempre abierta.
Sonríe mi semblante porque existes,
tú, faro de mis días, luz primera,
la causa de mis sueños más felices.
Eres la melodía verdadera,
razón de eternidades tan precisas:
el centro de mi vida entera.