Hace años descubrí
lo agradable de ser feliz,
aunque caigan chaparrones
o me arrastre una marea
o me abrace la tristeza;
quiero serlo, sí, feliz y lo soy.
Ese descubrimiento
de la dulce felicidad,
fue irrechazable.
Me oxigena,
me da la vida;
sonrío de verdad
y me hace avanzar.
¿Acaso no es bonito
sentir algo así?
Mi felicidad la comparto,
pobre o rica, pero es eficaz
y si me la quitan,
me dejan sin aliento
y algo perdido,
pero al instante reaparece
como flor que se cuida,
graciosa y fresquita.
A la infelicidad puñetera
cuatro cosas le diría...
No acepto su amistad
ni ahora ni nunca
porque ser feliz
es cosa de uno mismo
y así lo quiero yo.