En la cumbre dorada se alza un trono,
sostenido por manos de pueblo enredado,
promesas que giran, un mismo tono,
cambiando de rostro, nunca de lado.
El líder, cual dios, proclama futuro,
su voz retumbando en oídos cansados,
mientras abajo el llanto es seguro,
la rueda del hambre gira en sus lados.
Cuando cae el viejo, sube el siguiente,
el ciclo eterno de voces huecas,
la historia se escribe con sangre silente,
y el pueblo, sumiso, en sombras se seca.
Así marcha el ciclo, rueda y rueda,
el poder se renueva, pero no cede.