Ya no quiero batallas ni falsos estandartes,
me pesan los sueños, se quiebran al viento,
en esta existencia que sólo es tormento,
donde el sol es un eco que ya no comparte.
¡Oh vida indolente, mi senda es tan vana!
Tanto luchar contra sombras y abismos,
cargar las cadenas de antiguos sismos,
¡y en cada paso sentir que me engaña!
¿Para qué resistir si el mundo no cambia?
La lucha es un juego de hueca ilusión,
un vano teatro sin redención,
donde el héroe es polvo y el alma se rasga.
Ya no queda en mi pecho la brasa encendida,
ni fuerza en mis manos para sostener,
todo pesa, todo se ha de romper,
y la esperanza es ceniza perdida.
Dejo, pues, esta guerra que al fin nada vale,
que la vida me rinda, no pienso luchar,
me abrazo al cansancio y dejo de andar,
que, al fin y al cabo, todo es un fraude letal.