Un cigarrillo en sus labios externa su decepción, solo un vestido blanco con el que ella huyó de ahí, un adiós que no será hasta luego y él sonrió.
Libros de un mártir con la sangre de un adolescente de 17, pero los engrilletó en una habitación por ser su superior, con una orden que se le exigió. Un existir sin un motivo que aún intenta vivir pese a los años sin un fin.
Solo aprendió a sufrir por no soñar; se dedicó a cumplir los turnos, un reloj que ya desprendió de su muñeca por ignorar el tiempo.
Una droga que me alivia hoy y con los grilletes caminé en su pabellón por la misma, un vino que aún tiene el corcho, el mismo barrio tan frío como siempre, la misma madrugada que la rutina mira amena y que hoy quisiera volver a vivir varado desde donde me encuentro.
Sé que nunca me verán como un buen chico pero ya soy un hombre hecho semejante a su creador, aún con otra actitud, con la piel tatuada, una lágrima o un puñal que será el motivo por el cual siempre huí.
Escrito por Brian Eduardo Contreras Contreras.