El rostro detrás de las manos
Tus gestos, esas brechas del alma,
revelan lo que combates en silencio:
la verdad que tiemblas por nombrar.
Rodillas que saltan como ramas al viento,
pies que buscan posiciones imposibles,
miradas que se deslizan entre fugaces horizontes,
manos que trazan en el aire su propio laberinto.
Detente.
¿Qué le dirías al mundo si el cuerpo, ese traidor,
cesara su incansable monólogo?
¿Qué secretos se desplomarían
como hojas cansadas en el otoño de tu calma?
La tímida estrategia de un rostro oculto tras las manos
te hace creer que has vencido al mundo,
que la sombra de tus dedos es un refugio inexpugnable.
Pero esa máscara de carne y hueso,
ese velo frágil que construyes,
solo amplifica el eco de lo que temes:
ser vista, sin adornos,
ser comprendida, sin disfraces.
¿Quién es el sujeto, quién el predicado,
en este juego eterno de esconderse?
La respuesta no yace en el movimiento
sino en la pausa.
En el instante donde el gesto cede al ser.