Debes dejarme marchar..
Eso siempre me decía,
como un verso en armonía
que quería desterrar.
Y yo, pensar y pensar,
en ese aprendido lema
que nos ofrece el sistema
para prolongar las horas,
sin saber que solo lloras
por el final de un poema.
Un comienzo siempre acaba
en un tiempo limitado,
y hoy es un rezo rezado
lo que ayer ya se rezaba.
Un epílogo quedaba
en un espacio muy franco
con semillas del despanco
posando en cuenco bonito
que hoy, es papel escrito,
mañana, papel en blanco.
Yo no quería perderlo,
que su vejez me venciera,
que de mi vida se fuera
cuando empezaba a quererlo,
mas pretendía tenerlo
en todo espacio y lugar,
y sin pensar en altar
con la ciencia me empeñaba,
aunque de mí se alejaba
para poderse marchar.
Los recuerdos bajo el velo,
y son ellos los que lloran
entre lágrimas que afloran
como gotas de un deshielo.
Queda lejos el modelo,
esa imagen tan bendita
que en los sueños te recita,
que susurra que te quiere
pero que lo vivo muere
y nada más necesita.
Es difícil de olvidar
en fecha que se renueva,
por tristeza que se eleva
con flujo de pleamar.
Juventud es bienestar
si recibe lo sagrado,
cruzada para el cruzado,
y qué linda es la cruzada
cuando te sientes amada
por quién es el más amado.
Muchos años han pasado
y a mi nono sigo viendo
en su silla, con atuendo
de un corazón muy cansado.
Un poniente ya dorado
sin hilos que deshilar,
mejillas para besar
y una boca con sonrisa
diciendo lenta, sin prisa,
debes dejarme marchar.
Jhet