Divino fue su amor que, me dio, paz y calma.
Era semejante a un enorme ramo de nardos.
Sus ternuras y su arte extasiaron a esta alma.
Su claro y bello canto, cautivó a otros bardos.
**-**
Pletórica de gozos vivía mi alma, al escucharlo.
Yo nunca tuve afecto, por ningún Serenatero.
Sin embargo, a este cantor, habría de alabarlo.
El trajo para mis noches, su nutrido cancionero.
**-**
Sin pensarlo, me vi sometida, por su gran magia.
Supremamente, apasionada, lo pensaba a diario.
Mi mamá decía: calma hija que, eso, se contagia.
Para, esperarlo elegante, me bajaba, el armario.
¡Al final, dijo mi madre: Ahí nada será duradero.
Mijita, deje el boato, Él hombre, es Serenatero!