Raiza N. Jiménez E.

El Serenatero.-

Divino fue su amor que, me dio, paz y calma.

Era semejante a un enorme ramo de nardos.

Sus ternuras y su arte extasiaron a esta alma.

Su claro y bello canto, cautivó a otros bardos.

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Pletórica de gozos vivía mi alma, al escucharlo.

Yo nunca tuve afecto, por ningún Serenatero.

Sin embargo, a este cantor, habría de alabarlo.

El trajo para mis noches, su nutrido cancionero.

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Sin pensarlo, me vi sometida, por su gran magia.

Supremamente, apasionada, lo pensaba a diario.

Mi mamá decía: calma hija que, eso, se contagia.

Para, esperarlo elegante, me bajaba, el armario.

 

¡Al final, dijo mi madre: Ahí nada será duradero.

Mijita, deje el boato, Él hombre, es Serenatero!