De su desarrollo exponencial
me quedan los rastros;
el tacto difuso,
el oído lejano,
el gusto nulo…
La enfermedad como un diferencial,
amplifica el contacto con los astros,
el cerebro confuso,
con calor liviano,
retórico disimulo…
El veneno demencial,
alacrán de cinco rostros,
veneno obtuso,
que va mitigando,
tornándose una vez más; mundano.