SantiagoDh

Contemplación

Las nubes, como capas de pintura,

Cubren el rojo cielo de la tarde,

Y se tiñen de tonos y colores

Que decaen y perecen lentamente…

¡Mira esos montes impasibles! Siente

En sus formas cambiantes lo sublime,

Lo extraño y lo imperfecto confundidos.

Mira las sombras, las siluetas vivas

Que nacen tras la muerte y se engrandecen

Tras la muerte del día en el horizonte…

Y el aire que te mueve los cabellos,

Suave como la brisa de un suspiro,

Frágil como el silencio de unos ojos.

Y la triste canción que todo envuelve,

Que nace de tus labios palpitantes

Y, tenue, se dispersa entre la brisa…

 

¿Lo logras comprender? Aquí se encuentra

La esencia de la rosa sin disfraces;

Los colores convergen, las imágenes

Capaces de saciarte de belleza;

Las pasiones se mezclan en tu pecho

Y te colman de un éxtasis ignoto;

Lo eterno y lo finito son lo mismo,

Nada los diferencia en este instante.

Podríamos recostarnos para siempre

En el deleite de un atardecer,

Y de los sueños nacerían poemas,

Versos sinceros, ritmos sosegados.

Nos volveríamos parte de la tierra,

Y la trémula luna nos daría

Sus lágrimas cubiertas de belleza…

 

¡Ven! Sumerjámonos en el crepúsculo

Mientras el sol perece lentamente.

De las imágenes saldrán los símbolos:

Tomándolos en nuestras amplias manos

Los volveremos letras y sonidos.

Que tus ojos se junten con mis ojos

Y, cual lágrima pálida, les brote

Un suave poema…

                                  El montón de nubes

Poco a poco sucumbe ante la noche:

Su color languidece, malherido,

Como un fuego que pierde su poder,

Y aquel rojo implacable de la tarde

Se vuelve un blanco lívido y cansado,

Casi como una sábana traslúcida…

Cerremos nuestros ojos y durmamos,

Nuestro sueño va a ser el de la muerte;

Y mañana, más tristes y más sabios,

Gozaremos del fruto de la luz.