Alejandro

Los inmortales

Una noche con amigos

es como morir

con una sonrisa colgada del vientre,

fosforecente, anidada

más allá de las palabras,

propia de un destello

de los soles de enero.

 

Y es en ese momento,

en el que parece acabarse el tiempo,

cuando más estoy contento

y a mi rostro golpea el viento

y deshace los lamentos.

 

Es curioso cuando a las miradas

le sobran las palabras,

cuando las lágrmas se tocan

y un brazo sobre el hombro

nos da el siguiente segundo

seguido del aliento.

 

Y esto más que una palmada

es tan sólo una mirada

que me levanta la frente

y me hace ver que es esta gente

con la cual siempre contaba.

 

Y se desvanece la ceniza

que me gasta los dedos,

el fuego que me quema los setiembres,

las arañas, las malas pisadas,

se convierte el tiempo inclemente

en la gloria de los minuteros.

 

Y a la mañana el epitafio no lo escribe nadie,

me basta la sinceridad de la sonrisa hermana

que no me pide ni futuro, ni favores,

que no me pide na' de na'.