MIGUEL CARLOS VILLAR

Despertar

Amanecer

 

 

La invisible mano del amanecer

retira con esmero el tul

de la moribunda noche,

desnudando el paisaje.

 

En el horizonte,

sonrojado y tímido,

pestañean los destellos del día,

difuminando truncados sueños

por un sol

que asciende con majestuosa fatalidad.

 

 

Las copas de los árboles

hacen tintinear sus hojas

al compás del canto

de pájaros en su despertar.

 

 

La maleza,

aún perlada por el rocío,

ofrece su lustroso manto

a la luz temblorosa de la mañana

como tributo efímero

a la nueva jornada.

 

 

Los insectos,

desperezándose en su diminuto mundo,

tejen una sinfonía caótica,

donde la cacofonía encuentra su lugar

en el equilibrio del todo.

 

 

Es el toque de diana de la naturaleza,

que marca el inicio de un nuevo día,

dedicado

a la incansable búsqueda

de parejas y alimento,

en el eterno ciclo de la existencia.

 

Pero…

en este juego ancestral

llegará el traicionero atardecer

a recordar que…

con la naturaleza no se juega.