¿Será cuestión de inteligencia,
o acaso del viento sin alma,
que arrastra las sombras
y cubre con su alfombra
el tiempo desperdiciado?
La gente almacena en su mente,
las voces que son ecos vacíos,
como si el aire se tragara
sus palabras sin futuro.
¿Será cuestión de inteligencia,
o de las manos rígidas
que ya no pueden escribir
el nombre de lo verdadero?
La humanidad se arrastra día a día
por las calles del destino
como animales alimentados,
bajo el peso de un sol cansado
que no se atreve a calcular
lo que perdemos anonadados.
¿Qué queda, sino la resonancia,
el faro ciego que ilumina
la vergüenza de vivir
sin saber por qué?
Los humanos piensan,
pero sus voces son espuma
que el viento borra.
Y las sombras del día
se hunden en el fango
de una sociedad que no sabe
si busca o si huye.
¿Será cuestión de inteligencia
o del deseo callado
de olvidar que aún somos humanos?
En las esquinas de las ciudades
el hambre se viste de fiesta
y las mentiras se disfrazan de flor.
El destino de los que vivimos
es un río que ya no fluye,
es una piedra que se ha roto
sin que nadie oiga su llanto.
¿Será cuestión de inteligencia,
o de un sueño que no sabe
cómo despertar?
Las mentes de la gente
se encuentran vacías,
y la vida se les escapa
como la sangre a través
de una herida.
Y la pregunta queda en el aire:
¿será cuestión de inteligencia,
o es que el amor se adormece
en el rincón de los días olvidados?
José Antonio Artés