La noche, húmeda y cálida, prometía pasión.
Tus ojos, abismos oscuros, me atraían con pasión.
En la penumbra, nuestros cuerpos se entrelazaban,
creando una melodía de suspiros y anhelos.
El vino, néctar de dioses, despertaba nuestros sentidos.
Tu piel, suave como seda, invitaba a ser tocada.
En una guarida urbana, oculta entre sombras,
nos entregamos al placer, sin miedo ni reproches.
Tus labios, pétalos rojos, me besaban con fervor.
Mi cuerpo, un mapa que explorabas con amor.
En cada caricia, una promesa de eternidad,
en cada gemido, una melodía de libertad.