Se encendieron las luces en la avenida,
no para iluminar corazones,
sino para vendernos ofertas disfrazadas de amor.
Un muñeco de nieve plástico suena,
ajeno al calor que derrite bolsillos,
y los villancicos suenan… en el altavoz del supermercado.
El árbol de Navidad creció este año,
no en el bosque, sino en el catálogo de descuentos.
Esferas de \"compra dos y lleva tres\"
adornan las ramas,
y los regalos debajo son de plástico brillante,
pero pesan más en la deuda que en la mano.
Un hombre con barba blanca promete felicidad
desde la pantalla del televisor.
¿Quién necesita milagros
si el envío es gratis y llega en 24 horas?
\"Compra ahora, paga después\",
como si el espíritu navideño
se pudiera fraccionar en cuotas mensuales.
Las cenas familiares se programan
al ritmo de los horarios comerciales.
Pavo relleno, vino importado,
y un brindis por la prosperidad
que se mide en los tickets de compra,
mientras la abuela murmura:
\"Antes bastaba un plato de sopa y una vela\".
Los niños ya no escriben cartas al Niño Dios.
Ahora envían listas interminables
a padres que cuentan las horas extras
para costear el próximo dispositivo
que quedará obsoleto antes de Pascua.
\"Navidad es para soñar\", dicen.
Pero soñar caro.
Y así...
JUSTO ALDÚ
Panameño
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