En esos momentos de crispación, si aportamos la misma energía que nuestro oponente, lograremos tan sólo doblar la negatividad. Pues en lugar de solucionar el problema, lo que haremos es empeorarlo. En cambio si decidimos apostar por la emoción contraria, podremos revertir la situación. En cambio si dejamos que la escalada de energía negativa, llegue a su zenit el resultado será muy desagradable, pudiendo destruir el vínculo existente. Si ponemos en práctica la reacción contraria a la ira, sucederá que nos conducirá al agradecimiento, y la amabilidad. Por chocante que nos pueda parecer, adoptar ésta actuación lo más probable es que ambas personas, regresen a la senda del entendimiento. Toda vez desaparecida la tensión, aumenta las posibilidades de regresar al punto de partida. Eso amigos míos, está más que comprobado.