Alberto Escobar

Llueve...

 

En el Quijote llueve,
y si no hubiera llovido
no habría historia. 


—La lluvia hizo que el barbero 
se pusiera la bacía en la cabeza.

 


Nada.
Nada hubiera habido,
y ese todo que vino
a propósito de ti 
se habría quedado
en aguas de borrajas.
Un trabajo, una pequeña
coincidencia, una distancia
tanto en lo geográfico
como en el tiempo, un sino
que si no hubiera tenido lugar
habría conmocionado el eje
rotacional del planeta 
que nos aguanta, y la luna
habría desistido de sus goznes,
y Venus habría palidecido
y Júpiter buscaría otros cielos
más propicios, y Marte, y Miércoles...

Nada, y nadie por consiguiente,
habría habido entre los contactos
que hubiera propiciado en mis dedos
un mensaje, una llamada, un decir
a contratiempo, un provocar sonrisas,
un audio, una nota de video —mejor
que vídeo, como tú lo dices—, un...
Pues nada, eso, que aquí estamos,
los dos, en una partida de billar
a tres bandas, teleamándonos,
como dos adolescentes que adolecen
de presencia, del calor que tilda
de vida nuestros cuerpos, dándole
el abrigo necesario para no perecer
ante este frío que ya arrecia, y batalla
como el Cid contra las hordas sarracenas. 
Sí, y yo aquí, de vacaciones, y tú allí,
trabajando un día como este, una herejía
laboral, un hachazo contra el estatuto 
de cualquier trabajador, cristiano o ronaldo,
cualquiera sea la religión que lo ligue
a este desaguisado que le llaman mundo. 
Que te sea leve, pronto descansarás
el descanso del guerrero...