Allí, en ese espacio estabas
con tu sonrisa como sol candido;
tanto que el arcoiris era pálido,
se escondía, su miedo mostraba.
El aire cálido suspiraba,
medroso de tú afable aliento,
en él reinaba el descontento,
tú gran portento lo desplazaba.
Sin tú presencia, espacio vacío
donde el tiempo timido se acorta;
sin calor sofocante sin desvarío.
Allí, tu reflejo aún se nota
y tu mirada una lágrima brota;
te cansaste de vivir ignota.