En el jardín donde florece el susurro,
mi musa danza, cual brisa en el ocaso,
pero hoy, en su ausencia, el silencio es duro,
sin su luz, mi pluma se siente en el fracaso.
Las estrellas titilan, como ecos lejanos,
sus ojos, dos luceros que guían mi canto,
pero el vacío pesa, y el alma en sus planos,
sin su risa, mi verso se vuelve quebranto.
Oh, musa esquiva, regresa a mi lado,
que el alba sin ti es un cielo apagado.
Tu esencia es el néctar que da vida al poema,
sin ti, solo sombras en mi corazón, quema.
Así, en la soledad de esta noche infinita,
mi corazón clama, mi voz se agita.
Por ti, la inspiración, como un río, se asoma,
y en tu abrazo eterno, hallaré la paloma.