“Hay semillas
algunas quedan inertes en la tierra,
como el amor humano.
En la ciudad se ha perdido
hasta la simple idea
de crecer sin vulnerar
las raíces amarradas a raíces.”
Las olas del mar
vomitaban desechos,
así en su mente, se acumulaba
basura.
Descubrió en un atardecer
que sus ideas se dispersaban
como una bandada de pájaros
por el eco de un disparo brutal.
Intuía que esta desarmonía
la llevaría a un callejón sin salida.
Mientras viajaba al puente,
recogió una piedra,
parecida a una chispa en el suelo,
“Es solo una piedra
que tiene su propio brillo”
la sostuvo con sus manos
temblorosas incapaces de una oración,
miro bajo el puente,
descubrió como un reflejo,
la misma piedra
que tenía en sus manos,
pero esta vez le pareció un pequeño faro,
que cambió su decisión más clara,
alejarse de la vida terrenal.
Su mente se había convertido
en un caos que todo cambia de lugar.
“¿Que abre la puerta a la tormenta?”
se preguntaba.
Las noches parecen más claras,
y el pensamiento un puente,
cuando se comprende
que el amor, a veces, se enreda
en las raíces,
a veces, las semillas inertes
despiertan en estaciones
distintas.