Instantáneamente, las heridas comienzan a sanar, o al menos eso es lo que el corazón desesperadamente quiere creer, lo que realmente quiere desear, sin darse cuenta de que, en un trance, sumergidos ya están, y que el protocolo de supervivencia, por un periodo breve, acaba de comenzar.
La galería de fotos, como un matadero que prefieres evitar, para intentar salvar la falsa felicidad que por tu vida ronda, que se viste de negro y lleva un bonito antifaz, esperando impaciente a que resbales por la borda y te des un golpe duro de realidad, y que esa falsa burbuja de alegría rompas, y te des cuenta de que la vida ya no forma parte de tu propiedad.
Los recuerdos invisibles que siempre están expuestos en realidad, que tu mente, en un moribundo intento de supervivencia, en un segundo plano los intenta disfrazar, que lentamente se asoman para amargar tu realidad, y rápidamente se esconden, y la amnesia nuevamente vuelve a regresar.
La vida empieza a sonar mejor, pero solo se trata de una vil mentira, que tu mente, en un estado de shock, decide tomar esa drástica medida, encerrándote en una burbuja que ignora la verdad y trata de convencerte de manera desmedida, que todo a tu alrededor está bien, mientras todo se cae a pedazos enseguida.
Sentimientos abismales de tristeza y soledad, que tu mente, tras de una rutina monótona, logra siempre ocultar, distrayendo tu mente en mil acciones a realizar, pero brevemente consciente, que aquella sombra ignorada siempre te persigue sin cesar.
Una venda en los ojos te hace caminar con tranquilidad, una venda tan dulce y tan bella que te niegas rotundamente a liberar, y que dicha venda, cada vez más cerca de su fecha de caducidad, anuncia una caída mortífera, de la cual difícilmente puedas superar.
De manera muy superficial estás consciente de la situación y su gravedad, puesto que sabes que de tu sombra por siempre no puedes escapar, sabes que este camino tan bello al final puede ser perjudicial, pero decides ponerte la cuerda al cuello y, ciego, por un periodo breve, por el mundo caminar. Aquella venda con esfuerzo intentas delicadamente reparar, a medida que un chispazo de realidad lentamente la logra perforar, y la mentira, como una pomada en el alma, decides colocar, sin permitir que cicatrice, empeorando cada vez un poco más, hasta el punto que esa herida ya no puedas ignorar, y finalmente decidas abrir los ojos y perder para siempre... aquella ceguera voluntaria de felicidad.