No te vayas, mi amor, no apagues la llama,
sin tu luz se oscurece mi alma que te clama.
Si tus pasos se alejan, los míos te siguen,
mi corazón no entiende de adioses que lo obliguen.
Te buscaré donde nace el primer resplandor,
en la cumbre más alta que bese al sol.
Si te ocultas en mares de aguas profundas,
seré un náufrago eterno que nunca se hunde.
Iré tras de ti por caminos sin nombre,
donde el eco resuena llamando a los hombres.
Atravesaré desiertos, selvas y abismos,
porque mi amor no conoce fronteras ni ritmos.
En la brisa del alba escucharé tu voz,
en cada susurro que me envíe tu adiós.
Y si huyes al cielo a perderte en su manto,
seré estrella errante que te busca llorando.
Tu ausencia sería como un invierno sin fin,
una herida que sangra, un dolor que no tiene fin.
Por eso, amor mío, si decides partir,
te buscaré sin tregua, sin miedo a morir.
Cuando al fin te encuentre, fundiremos el tiempo,
será nuestro el viento, la tierra y el cielo.
Y en ese rincón que soñamos los dos,
nuestra historia será eterna bajo el brillo de Dios.
No te vayas, amor, no dejes mi vida,
sin ti la existencia sería una herida.
Te buscaré hasta el último aliento,
porque mi amor es eterno, inmenso y sincero.