JUSTO ALDÚ

CAE OTRO DICTADOR (BASHAR AL-ASSAD)

Hace 12 años, escribí este poema.

Hoy toma relevancia al caer el genocida dictador BASHAR AL ASSAD de Siria.

SIRIA 2012

…entonces amaneces perseguido,
muerto o exiliado
y te sientes en quiebra
por defender tus creencias

La policía te interroga
y dices:
“Esta boca no es mía, es tuya”
y crees que va a llover
con esos ojos eléctricos.
Todos los soles se apagan
y reverbera la celda húmeda en tus entrañas

Allá, a lo lejos gritas:
No me busquen más,
sigan en la lucha,
pero acá te contestan:
No te hagas más ilusiones,
aquí tienes tus grillos
que te acompañan
y te irá de mal a peor.

Entre los escombros
hay victorias incruentas,
edificios destruidos,
calles muertas.

Allá corren dejando tempestades
sobre un escalofriante ulular de las sirenas.

Muñones que no crecen
es el resumen de la pólvora
que cruza el cielo.
Llueve el sufrimiento
delatando pretensiones.

Huele a carne quemada,
a flor marchita
y también a dictadura.

No se oyen ni los pájaros,
solo al hacedor de oscuridades,
habitante del averno,
cuando prepara la mesa
antes de servir a un amo impuesto.

Luego viene la vid de todos
junto a la poesía verdadera
y saluda la vida deseándola más plena,
quien dice conocerla
sabe que no todo se ha perdido,
sabe de la cruz y la ceniza,
del viento..., de los árboles...
y sabe cuando se abre la puerta
y termina el infierno.


 

CAE OTRO DICTADOR  (BASHAR AL-ASSAD)

La plaza llena de ecos viejos,
gritos sepultados bajo siglos de miedo.
Las piedras, desgastadas por el peso de botas férreas,
recuerdan el paso arrogante del tirano,
su sombra alargada sobre la voluntad quebrada,
su voz de trueno, ahora un susurro que se pierde.

El palacio, cúpula soberbia de mentira,
se estremece bajo el rugir del pueblo.
Las banderas, antes pálidas,
flamean con colores que brotan de rabia.
La historia se reescribe en las paredes,
grafiti de libertad donde hubo silencio.

Su estatua, mármol de orgullo caído,
se desploma bajo las manos de los oprimidos.
No hay himnos ni cantos que lo salven,
solo un eco que resuena en las calles:
“¡Nunca más! ¡Nunca más!”
El bronce del poder se funde en cenizas.

De su trono, apenas quedan astillas,
y sus discursos, fabricados de humo,
se disuelven entre los nuevos amaneceres.
El reloj, que marcaba su tiempo eterno,
se detiene en la hora precisa
de su derrota inevitable.

Las madres lloran, pero ahora es de alivio;
los hijos alzan sus manos al viento,
y la patria, que había sido cautiva,
se despereza como un gigante dormido.
La libertad, esa palabra prohibida,
se pronuncia en cada rincón como una plegaria.

Otro dictador que cae,
otra lección escrita con sangre y coraje.
El poder absoluto, rico en blasfemia es la llave del miedo.

Se cimbra la estructura del árbol podrido                                                                                                                                                                            esperemos la paz y el credo combatiente.

 

 

Justo Aldú

Panameño

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