Hay un espejo cóncavo por donde observo un azul intenso alojado en mi corazón, al expandirse va al cielo, el resto, verde, se derrama, por ese prado camino solo hasta el horizonte, la mar calma, las sirenas se arremolinan, cantan, las nubes, alfombras voladoras, desde lo alto me lanzan, un albatros errante me sostiene, se detiene en un islote rifio, desciendo, en la orilla emprendo viaje en una barca a vela guiada por ángeles, herido, dejo una estela purpura brillante, alcanzo las finas arenas, caracolas, algas, gaviotas, la adornan, la bellísima muerte viva me toma en sus brazos, su voz dulce me dice, ves ese agujero de gusano, entra, la hermandad universal está ahí…
En aquellos días
yo andaba lejos,
visitaba amigos, parientes,
mi pueblo natal,
almas significativas,
desligados,
abandonados unos de otros,
las cartas no transmitían
la cercanía de las miradas,
de la voces, de las risas,
de las tristezas,...
Reunidos,
había ratos alegres,
abrazos fraternos,
historias fantásticas,
calidez,
...
Renovábamos el espíritu,
eran otros tiempos
...