He bordado tu nombre, con hilos de locura
en sábanas de seda que abrazan mi dolor
cada letra es un grito, un ruego, una ternura
un eco interminable que clama por tu amor.
En la trama secreta del hilo que murmura
se anida mi delirio, mi fiebre, mi fervor
y al bordar tu presencia en la tela que perdura
me entrego a la certeza de un sueño abrasador.
Tu nombre se desliza, cual río en mi memoria
escribe en cada pliegue la huella de su andar
y yo, en mi desvarío, lo tejo en la penumbra,
y si el tiempo me negara tu luz y tu victoria
tendría en mis manos rotas la dicha de bordar
tu nombre eternizado, que el alma deslumbra.
En el video de Montoya, hay una mujer marchita que ha esperado por medio siglo un amor y a quien le da rabia que la sigan llamando Señorita y que ha bordado un nombre que no desea pronunciar.....
La vida de quien espera un amor perdido es como un libro sin final escrito. En el rincón de sus días, teje sueños de lo que pudo ser, mientras los años pasan como hojas al viento.
Ella, fiel a los recuerdos, guarda en su corazón la esperanza de un regreso que nunca llega, viviendo entre el eco de risas pasadas y el silencio del presente
Quedarse solterona, en su esencia, es una espera envuelta en nostalgia, un eco de amores que jamás volvieron. Es ver pasar los días como hojas al viento, con la mirada perdida en un horizonte donde el tiempo borra las promesas y la ausencia se convierte en compañía fiel.
Es aprender a vivir con un corazón lleno de historias que nunca tuvieron un final, abrazando los recuerdos de aquello que pudo ser mientras el mundo sigue girando, ajeno al peso de un amor que eligió no regresar.
En el presente muchas mujeres eligen permanecer solteras dedicadas a sus profesiones, sin que ello las afecte, y el apelativo solterona va cayendo en desuso desde los tiempos de nuestras abuelas.