Camina en silencio, sombra en la bruma,
con un saco lleno de sueños y dudas.
No vende riquezas, ni oro, ni flores,
trafica promesas, suspiros y amores.
En las esquinas de almas perdidas,
reparte deseos, cosecha mentiras.
Su lengua es un canto, dulce y fatal,
teje esperanzas en su vendaval.
Ofrece futuros pintados de estrellas,
castillos de arena, auroras más bellas.
Con manos vacías, toma corazones,
y deja a su paso millas de prisiones.
Es rey del engaño, maestro del arte,
de encender anhelos y luego apartarse.
Pero en su mirada, un brillo se esconde,
un eco dolido que nunca responde.
¿Quién le vendió a él esa fantasía?
¿Quién le robó la luz de su día?
Quizás es un preso de su propio juego,
un traficante perdido en su fuego.
Así sigue errante, sin rumbo ni norte,
siembra ilusiones, cosecha su corte.
Y aunque su paso deje desolación,
en cada mentira hay algo de canción.