Espera, dictamen que el tiempo condena,
horas que arrastran su paso letal,
enigma siniestro que, ajeno, envenena
al alma que anhela su gloria final.
Mas qué arte tenaz tiene el fiel desespero,
que torna lo dulce en su acíbar brutal;
un gesto, un desaire, un suspiro certero,
y el mundo se hunde en su abismo glacial.
Ah, dura la espera que amarga los días,
tejida de sombras, de astuto rencor;
mas yo, en este juego de áridas vías,
me río del tiempo... y muero de amor.