Aprendió a mirarse
en las gotas de lluvia
que se deslizan por su ventana,
como un juego de espejos
así su belleza se multiplica.
El tiempo le enseño a mirar
las hojas muertas del naranjo,
a la distancia el parpadeo de las farolas
el temblor de su pensamiento vacío
se refleja en la piel.
Las grietas ocultas se transforman
en dolor, la acercan a la naturaleza,
es bestial escaparse a un espejismo.
Le queda su alma, piensa,
cuando el hambre latía,
en busca de un equilibrio
solo encontró el olvido.
El hambre siempre regresa,
pero es un hambre distinta,
tiene el cansancio de la muerte.
¿Qué harás sin alma, sin belleza?
Ambas son necesarias como la raíz
es a una flor…
La ciudad,
llena de luces, el progreso de sus ruinas,
el poder genera engaño,
la esclavitud del habitante
es pensar en la belleza infinita,
continúa negando el hambre de su alma,
así la verdad se oculta.
Por la ventana caen gotas,
como piel deslizándose por la realidad.