El conocimiento, como un don, encuentra su esencia en el acto de dar,
en la entrega al otro, en el compartir sin medida.
Así como la obra de arte se completa en su exposición,
en el encierro se marchita, pierde su alma, se vuelve huella vana.
Cuán vano es intentar retener, en puños cerrados,
lo poco que has obtenido, el saber que se escapa entre los dedos.
Cuanto más aprietas, más resbalan sus partículas finas,
hasta que el fin llega, y la mano queda vacía.
El éxito que se creía cercano,
se esfuma como arena en el viento,
y lo que se pensaba valioso,
se disuelve como niebla en la luz del día.