En los tiempos de tinieblas y de temor,
con la doctrina de la más cruel religión,
se imponía el castigo de la represión,
urdiendo herejías con insidioso amor.
La campana anuncia carruajes que se acercan;
la Inquisición llega y sus perros amenazan
con torturas de fuego, de juicio implacable
que acusa al pueblo ya prejuzgado culpable.
En los amplios claustros del convento profano
resuena solemne un cántico gregoriano.
La Santa Inquisición prevalece sus fueros:
se apilan y bendicen los verdes maderos.
Los monjes rezan la falsa piedad cristiana,
y tejen una cruenta fe de injusta pena,
el sacro dogma se impone con la sotana
y un crucifijo en sangre que espanta y condena.
En la mazmorra del ancestral monasterio
se fuerza la confesión trágica y profunda;
quejidos inhumanos surgen del martirio
de sufridas carnes que el vil tormento ahonda.
La compasión calla en manos de la tortura;
la doncella de hierro reserva en su interior
las largas cuchillas de afilada locura,
en su vientre la fe solo engendra pavor.
En la sala, el suplicio requiebra y ofusca,
la sangre negra cubre los cuerpos de horror;
los huesos estallan con la caída brusca
de la horrible garrucha de bestial dolor.
Los dominicos retuercen las confesiones
la verdad se manipula a golpe sangrante;
a mayor gloria de las falsas religiones
con hierro declara el hereje disidente.
A las fogatas los reos en procesión
van portando las luminarias del infierno.
El juez inquisidor condena sin perdón,
y bendice el sacrificio al cruel dios eterno.
Las hogueras arden con un fuego voraz,
la Inquisición consagra con su cruel ritual
la quema de seres de inocencia veraz,
que en llamas inmolan su clamor inmortal.
Que el Universo te maldiga, Torquemada,
de perversa cuna, lacayo intolerante;
que el infierno sea tu secular morada,
por las víctimas acusadas falsamente
¡Oh, frailes perjuros!. ¿Qué haréis en la condena,
cuando vuestra perversión termine en gangrena?.
Aunque la Inquisición quiera borrar su historia
sus crímenes permanecen en la memoria.
Amigos pecadores no temáis ninguno
ni sufráis por aquellos impíos desmanes,
pues en nuestro moderno siglo veinte y uno,
ya llegaron los fanáticos talibanes.